Éric Rohmer nos dice en Trío en mi bemol que no cree que pueda sentir «una atracción profunda» por una mujer a quien no le guste la música que a él le emociona. Más allá de compartir o no las ideas, la visión política, la forma de vida incluso, ha de existir un hilo invisible que una a las personas, a determinadas personas. El mundo puede ser líquido, pero debe haber lazos indestructibles por descubrir. A partir de esta concepción de la realidad, el actor y guionista Iván Morales ha tejido Sé de un lugar, una pieza que se puede ver en el Espai La Seca, gracias a la magnífica interpretación de Xavi Sàez y Anna Alarcón.
Un espacio no convencional. Los protagonistas se mueven por un piso antes de que el espectador entre en el juego. Una tetera, discos, un sofá rojo. Simó, un escritor frustrado, no sale de casa. Una especie de agorafobia, y la necesidad de incomunicarse, le ha encerrado entre las cuatro paredes donde permanece el público. Su ex novia, Béré, le visita constantemente sin avisar, para saber cómo está, pero también para explicarle de qué manera sobrevive ella.
No es una comedia más sobre el mundo de la pareja. Ni una tragedia lacrimosa. Se trata del «amor después del amor», de la auto-exigencia de relacionarnos más allá de los discursos hechos, de lo trazado de antemano. El protagonista comienza admitiendo que es racista, xenófobo, y que está trabajando para superarlo. Es el miedo al extraño, al de fuera, pero también al que todos tenemos dentro.
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