Archives for septiembre 2012
El Islam como desobediencia
De los atentados del 11S a lo que hemos denominado primavera árabe han pasado tantas cosas, y con tantos matices, que la mirada occidental se ha visto abocada, en demasiadas ocasiones, al reduccionismo y – por qué no reconocerlo – a la demagogia. No pocas veces hemos visto ocupar tribunas privilegiadas a todo tipo de políticos y tertulianos que, con la excusa de alertarnos del peligro del dogmatismo (que ha existido, que existe, y que sin duda hay que combatir), han criminalizado, consciente o inconscientemente, a todo el Islam. ¿Qué hemos hecho para evitarlo?
El lenguaje nos delata, y, así, comprobamos que si hablamos de “islamistas” estamos refiriéndonos al “integrismo musulmán”, según la propia RAE. Por ello, es tan importante un libro como Sufismo (Fragmenta Editorial), del español Halil Bárcena, en el que nos muestra, entre otras muchas cosas, una dimensión mística de la religión en la que no se acepta la sumisión ni el fundamentalismo. Bárcena, que además de islamólogo es intérprete de la ney (la flauta derviche de caña), nos explica que la gnosis sufí tiene raíces en la península ibérica, cuna del andalusí Ibn Arabi de Murcia (1165-1240), o cómo el sufismo ha sido una de las fuentes espirituales de alguien como Ramon Llull. ¿Por qué, entonces, tanto desconocimiento? El autor lo atribuye, contundentemente, al “mal endémico de la desmemoria histórica y a la pereza intelectual que aquejan a este país”.
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Cortázar por Cortázar
El Cortázar mágico, el Cortázar fantástico, el Cortázar surrealista sin manifiestos ni ortodoxias. El Cortázar comprometido, el Cortázar solidario, el Cortázar que levanta su máquina de escribir para disparar contra los tiranos y los déspotas. ¿Son, ciertamente, dos escritores diferentes y diferenciados? ¿El argentino renuncia a la ficción cuando quiere hablar de la injusticia y la realidad?
1972, Saignon. Julio Cortázar recibe las galeradas de Libro de Manuel, una novela que el escritor sabe que podría defraudar a muchos de sus lectores, no por su experimentación estética, a la que están costumbrados, sino porque quiere incidir en el estado de las cosas. La denuncia, claro, no será nunca un panfleto en manos del argentino, pero los interrogantes acechan, incluso, a un creador con un discurso propio y un talento admirado y admirable. Por ello, armado con latas de conserva, cigarrillos y vino tinto, se refugia en una camioneta Volkswagen, a la que llamará Fafner, como el dragón de Wagner, para corregir potenciales erratas e imprecisiones y, al mismo tiempo, armar un texto paralelo donde reflexiona sobre su literatura y su responsabilidad social como autor.
Así nace Corrección de pruebas en Alta Provenza, que publica la Editorial RM, con prólogo de Juan Villoro. Precisamente el mexicano, que titula su texto con un elocuente Robinson deliberado, apunta que Cortázar “entra en tensión con la novela que acaba de terminar” y “aunque defiende su vigencia y la necesidad de publicarla, crea un seductor entramado de dudas”. Cortázar, pues, escribe mientras corrige, apunta mientras relee. No es una justificación, o una defensa contra el futuro lector desilusionado, sino una suerte de crítica literaria en el sentido más amplio del término. El escritor que vigila la evolución del escritor mismo.
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