Mensaje con retraso*
Suele decirse que hay autores que escriben el mismo libro durante toda su vida. Hay algo de eso, sí, en esta reescritura de La puerta, cuya versión primitiva vio la luz hace tres años. Además de perseguir erratas -siempre huidizas-, hemos incluido fotografías que ilustran un itinerario, una manera de entender la ciudad como mito y mapa interior. Algunas, ayudan a documentar la atmósfera. Otras, por su situación aleatoria en el libro, funcionan como una suerte de premonición o guiño. Imágenes que son analepsis o prolepsis. Se convierten, claro, en una parte más del relato.
Javier Marías explica que se escriben novelas “a fin de incluir en ellas ciertos párrafos o a veces incluso sólo unas frases”. Eso es esta puerta abierta. Porque, pese a que la trama es casi idéntica a la anterior, la nueva búsqueda se ha centrado en intentar ofrecer autonomía a la oración (que siempre es una plegaria) o al capítulo corto. El índice se convierte, pues, en una ruleta. Y el azar, en la única brújula posible. No es de extrañar, entonces, que el protagonista se subleve contra el autor. Todo es, aquí y allí, autoficción.
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(* Éste es el subtítulo que utiliza Breton en el proemio que abre la reescritura de Nadja; novela que, después de la primera edición de 1928, volvió a publicar en 1962).
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