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ALBERT LLADÓ

Periodista y escritor

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Bloc de notas

Entrevista en ‘Pliego Suelto’

noviembre 18, 2013 by Albert Lladó Leave a Comment

{Leer la entrevista en Pliego Suelto}

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Sobre la pintura de Rafel Bestard

mayo 14, 2013 by Albert Lladó 1 Comment

'Primeras lluvias', de Rafel Bestard

La obra de Rafel Bestard no es una pintura cómoda, ni mucho menos decorativa. Allí hay urgencia, sensación de peligro, y la ironía se mezcla, irremediablemente, con lo perverso e inocente. El relato traspasa las cuatro paredes de la viñeta, y la superposición de estampas, como en un collage continuo, revela una colección de monstruos que conviven en una comedia no siempre humana. Si para Hobbes el hombre es un lobo para el hombre, para Bestard el lobo es un hombre para el lobo. El animal cohabita con la persona. Son unidad y dualidad.

A veces el artista nos enseñará el paisaje, la naturaleza abierta, el territorio místico del bosque, y en otras ocasiones la cebra, el mono o el conejo descansarán junto a la mujer desnuda en un espacio acotado (una habitación con papel de flores o un estudio neutro). No se trata tampoco de mitificar al salvaje que un día fuimos, como en Rousseau. A ratos le damos aire, a ratos lo intentamos controlar. Como no podía ser de otra manera, el tema de la libertad reclama protagonismo aquí, aunque sea de una forma más o menos velada.

El reto del pintor es “repoblar la realidad a través de la imaginación”, dos polos de una misma cosmovisión ya que lo real, lo representable, no es más que la poética surgida de la mixtura entre exterior e interior. La percepción es una tela en blanco impregnada de una proyección que el creador ha construido previamente y que, a su vez, nos convierte en espectadores activos.

Rafel Bestard usa elementos de la actualidad más reconocible. Y como en las piezas religiosas de Botero, en las que descubrimos relojes y cadenas de oro, las modelos del pintor mallorquín aparecen con todo tipo de pulseras de colores o tobilleras. Sea para representar a Psique o a Hera, o a una musa anónima que deambula indiferente al voyeurismo del artista.

La reinterpretación de la mitología clásica es también un artificio para conectar los puntos entre la herencia recibida (Hades nos recuerda a Van Gogh) y el presente desde el que nos enfrentamos el cuadro. Estar-en-el-mundo supone incorporar tótems que identifiquemos hoy, sin renunciar a una iconografía particular e intransferible. El tatuaje del cuerpo irrumpe en la pintura como una suerte de mise en abyme, y la obra, que podíamos suponer como un retrato, se reivindica como un cúmulo de perspectivas.

La belleza que desprende la pintura de Bestard es siempre turbadora. El erotismo radical comparte foco con los guiños humorísticos y en la mueca cotidiana vemos, al mismo tiempo, la fuerza del deseo y las frustraciones de una bestia frágil, sensible e incomunicada. Un pájaro muerto nos tapa la boca. Silencio. Estamos solos ante la pintura.

Una comedia no siempre humana: texto para el catálogo de Rafel Bestard. Paisaje interior. Galeria Contrast. Exposición del 16 de mayo al 27 de julio de 2013

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Próximamente…

marzo 4, 2013 by Albert Lladó Leave a Comment

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¿Dónde están los intelectuales?

noviembre 12, 2012 by Albert Lladó Leave a Comment

Foto: Deleuze, Sartre y Foucault

Se acerca un otoño caliente. Los recortes, la precariedad, los desahucios, la corrupción y los chantajes, públicos y privados, han ido metiéndose en la vida de los españoles por la puerta grande. La paciencia, lo sabemos, es un río que se desborda. Pero, una vez con las manos en la masa, con la masa alzando sus manos, se confunde fácilmente la pasión con la euforia, que visten igual, pero que se desnudan de forma muy diferente. ¿Quién señalará las esquinas del matiz? ¿Quién arrancará las venas a los nuevos populismos? ¿Quién se atreverá a pronosticar que las banderas, en realidad, son pancartas de un mesianismo imaginario?

El intelectual. Uno se pregunta dónde estarán los intelectuales. Si es que aún existen. Zambrano, observando a Europa, nos decía que “no hay crisis, lo que hay es orfandad”. Y huérfanos de respuestas y de referentes llegamos a Una historia política de los intelectuales (Duomo, 2012), de Alaian Minc, y viajamos por esa extraña palabra, nacida en el episodio del caso Dreyfus, que define a aquellos que, con la pluma o el verbo, como Zola, adoptan “una posición para enfrentarse al poder”. El paradigma, sin duda, son los editoriales de Camus. Y a todos nos viene a la cabeza esa foto en la que coinciden Deleuze y Sartre. Y el Mayo del 68. Y las equivocaciones. Y los dogmatismos. El riesgo, al menos.

La regeneración. Los jóvenes, aturdidos, nos congregamos alrededor de la tercera edad de Hessel y Sampedro. Del panfleto a los consejos. Hoy – hemos olvidado que el hoy es nuestro – tenemos la Red, instrumento viable para una democracia deliberativa, dibujada por Rawls o Habermas. Pero cedemos Internet, una reflexión crítica sobre sus potencialidades, a un new age de nubes y hojalata. Entonces, claro, citaremos – siempre sin leerlo – a Bauman, a su sociedad líquida, a nuestro miedo líquido, a la vida líquida. Y acabaremos, como no podía ser de otra manera, con un diagnóstico certero: retenemos líquidos. Y arquetipos.

La universidad. La universidad, justo antes de convertirse en escuela técnica, en sucursal, en patio de becarios adinerados, gime como un animal malherido. Jordi Llovet dirá Adiós a la universidad (Galaxia Gutenberg, 2011) mientras Jordi Gracia le contesta con El intelectual melancólico (Anagrama, 2011), en lo que se convierte en una batalla sobre decadencias, fracasos y jerarquías. Porque el intelectual contemporáneo, es cierto, se enfrenta a lo horizontal, que sabíamos que funcionaba bien para el sexo, pero que se ve que también sirve para lo de las ideas. Tal vez, tendrán que aceptarlo, los líderes lo serán menos. Pero que nadie acabe con los prescriptores. Que las autopistas escupen información como lava ardiente.

La cultura. La cultura, que se ha convertido en alfombra roja, en fotocall, en el festival del patrocinio y sus mandangas. Sin embargo, como suele pasar, es a los salvadores de la patria a quienes les gustan más los focos. Y los tópicos. Vargas Llosa se queja en La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012) de que la alta y la baja cultura ya no se distinguen con claridad. Qué obsesión la de este hombre con la talla y las medidas. Vargas Llosa, constatación viva y viviente de que alguien puede ser un maravilloso narrador y un pésimo articulista, cree que la cultura es un traje. Y pide que se lo hagan a medida, mientras defiende los toros y los eufemismos. Nietzsche mató a Dios, Foucault se cargó al Yo, Fukuyama a la Historia. Y Vargas Llosa, si insiste, finiquitará al intelectual como especie. Mientras busca sastre.

El periodismo. El intelectual es un francotirador medicado. Demasiado diazepán para tanta convulsión social. Los periódicos, que llevan años publicando sus propias esquelas, se llenan de pereza y autocensura. Los intelectuales, eso sí que lo tienen, han de comer. Entonces se hacen comisarios – ¡comisarios! – y asesores. As(c)e(n)sores. Escriben recetas, manuales y sinopsis. Y esa madriguera, cubierta de las telas de la falsa objetividad, es la que rechaza Pascual Serrano en su Contra la neutralidad (Península, 2011). ¿Imaginan si Ryzard Kapuścińsky o Rodolfo Walsh hubiesen tenido miedo a molestar?

La sociedad no necesita kamikazes ni héroes de guerra. Tampoco cadáveres, por muy exquisitos que sean. El pensamiento es nómada. Siempre huye. La cultura no es una industria, aunque pueda divulgarse a través de ella. El periodismo no es un espejo, cóncavo y de feria, sino una interpretación, una propuesta. Que no se callen ¿Dónde están los intelectuales?

{Artículo publicado en la revista Qué Leer. Octubre de 2012}

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Ubiquography en el CCCB

mayo 16, 2012 by Albert Lladó Leave a Comment

Ubiquography en el CCCB

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Querellas a la indiferencia

febrero 9, 2012 by Albert Lladó Leave a Comment

Larra sobrevive a los disparos de la Historia. Larra nos observa, nos interroga, se desespera de nuevo. L(o)s mismos Dolores, una España que sigue coronada por una indiferencia que absuelve a todos los naufragios. Umbral, en su Anatomía de un dandy, nos lo decía: “La vigencia actual de Larra es la vigencia eterna de una cabeza pensante en un mundo de estatuas descabezadas”. De las estatuas de los parques del silencio.

Larra nos enseña a detectar todas las trampas. Larra va a la fuente para beber de las costumbres. El romántico, liberal por necesidad auto inmune, viaja por el pseudónimo como quien construye laberintos de espejo y cristal viejo. La censura más peligrosa, que trabaja desde el rugir de una página en blanco, es la propia. La política es, pues, un diálogo, una burocracia, una patria como excusa y arma.

El zigzag diario, esquivar la nota de prensa y la falacia de lo objetivo, eso es lo que nos deja como herencia. La neutralidad; para las recetas, las hormigas y los almendros. Larra, mucho antes del Nuevo Periodismo y la adoración de lo yanqui, nos enseña que la Literatura es eso, compromiso y fraseo. La reflexión que late, la pasión y el nervio. Las miserias de un país, filtradas por un humorismo que releerá – desde su sidecar – un Gómez de la Serna de objetos y metáforas.

El ensayo se ensaya. Hay en la ciudad, y sus personajes, un artificio al que llorar. Entre tanto recorte, de infraestructuras y dignidades, nos queda el aviso de un Mariano que nos previene sobre nosotros mismos. Sobre nuestra pereza, que no es más que otra forma de cobardía. En un párrafo habita todo nuestro futuro, que ciertamente depende de un hilo, pero que es de prosa. Y busca dueño.

[Artículo publicado en la revista El Ciervo, en el 175 aniversario de la muerte de Larra]

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