[Foto: Alberto Nevado]
Teatro dentro del teatro. Unos actores que miran al público, y al supuesto autor de la obra sentado en una butaca escondida, y que van explicando qué significa esto de actuar, de hacer teatro y de ponerse en la piel de diferentes personajes y situaciones. Nada nuevo. La obra más ambiciosa de Yasmina Reza, que ha experimentado el éxito internacional con excelentes piezas como Arte o Tres versiones de la vida, llega al Teatre Nacional de manos de Sílvia Munt. Y lo hace dejando un agridulce sabor de boca, porque se aprecian las intenciones, el querer explicar la delgadísima línea que separa – o no – realidad y ficción, y la complejidad de las relaciones familiares al mismo tiempo, pero se hace desde un texto demasiado apoyado en tópicos, con monólogos frágiles e inconsistentes, y con resultados que no logran despistar la superficialidad de una reflexión que podría ser mucho más atractiva viniendo de Reza. Sin embargo, la maestría de los actores, la sabiduría de Munt, y la acertadísima escenografía de Xavier Millán hacen que valga la pena acercarse al TNC.
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